viernes, 4 de noviembre de 2011

“Para una reforma del sistema financiero…”.


Michael O’Brien
4 de noviembre 2011 (Notifam) – Aparentemente, hay muchas cosas buenas en la Nota “Para una reforma del sistema financiero…”, elaborada por el Pontificio Consejo de Justicia y Paz. Sin embargo, mientras que sus autores parecen basarse en los principios fundamentales de las encíclicas sociales más importantes de los últimos 120 años, el problema es lo que hacen con el material. En pocas palabras, lo toman y se desbandan con él.
Con una plataforma casi perfecta llevan los documentos papales más allá de lo que siempre pretendieron los Papas. Por ejemplo, citan en forma selectiva un pasaje de Caritas in Veritate, la encíclica del papa Benedicto XVI, en el que él habla de la necesidad de desarrollar una autoridad política mundial como un medio “para gestionar la economía global; revivir las economías afectadas por la crisis; evitar cualquier deterioro de la crisis actual y los mayores desequilibrios consiguientes; lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimentaria y la paz; garantizar la protección del medio ambiente y regular los flujos migratorios”.
¿Pero qué es exactamente lo que el Papa quiere decir con una autoridad política mundial? En otro pasaje de la encíclica él escribe:
“Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario”. La subsidiariedad es el principio católico que sostiene que el ejercicio de la autoridad responsable debe, con toda justicia, ser administrado por la autoridad competente menos centralizada, más pequeña, “más baja” y más personalista – un principio que está en directa contradicción con los que abogan por un gobierno mundial. Por otra parte, en la encíclica el Papa enfatizó que ninguna forma de gobierno puede ser verdaderamente justa a menos que tenga como principio fundamental el valor absoluto de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Exhortó a la comunidad humana a ser más co-responsable, a salvaguardar los derechos éticos y morales de los individuos y de los pueblos. En este escrito y en otros ha instado coherentemente a la humanidad a adoptar una solidaridad global, una fraternidad universal que trascienda todas las líneas económicas y políticas, pero que no viola la soberanía de las naciones.
Por ejemplo, en el párrafo 41 de la Caritas in Veritate afirma que “[…] también se debe promover una autoridad política repartida y que ha de actuar en diversos planos. El mercado único de nuestros días no elimina el papel de los Estados, más bien obliga a los gobiernos a una colaboración recíproca más estrecha. La sabiduría y la prudencia aconsejan no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado. Con relación a la solución de la crisis actual, su papel parece destinado a crecer, recuperando muchas competencias. Hay naciones donde la construcción o reconstrucción del Estado sigue siendo un elemento clave para su desarrollo”.
¿Por qué, entonces, la Nota del PCJP no presenta estos criterios cruciales, sino que afirma que “en el mismo espíritu de la Pacem in Terris, el mismo Benedicto XVI ha expresado la necesidad de crear una autoridad política mundial”?  
La encíclica de Benedicto XVI pretende, ni más ni menos, que el fomento de una mayor cooperación internacional, un acuerdo mutuo de las naciones que crearía organismos de gobierno para administrar los intereses compartidos de esas naciones para el bien común de la humanidad. Por cierto, él no instó a establecer un súper-Estado mundial, ya que en sus otros escritos y exposiciones él ha criticado fuertemente esta forma de gobierno, que la Nota afirma que él promueve. De hecho, tanto Juan Pablo II y Benedicto XVI han advertido en repetidas ocasiones sobre los graves peligros inherentes a tal proyecto.
Citando el libro del Génesis y la historia de la Torre de Babel, la Nota del PCJP advierte de dos peligros alternativos: por un lado, las aberraciones que surgen de una excesiva “diversidad” y, por otro lado, una falsa “unidad”. Los autores de la Nota, en su entusiasmo, motivado principalmente por su preocupación por las naciones subdesarrolladas y sus sufridas poblaciones, aparentemente ven la diversidad como el mayor peligro. Ellos han dado un gran salto desde el sabio acercamiento de la Iglesia a las relaciones internacionales en la globalización emergente a una petición urgente por un gobierno mundial. Esto, por decir lo menos, es terriblemente ingenuo, y también va en contra de las advertencias que el papa Benedicto XVI ha estado dando en muchos foros.
Si bien se pueden brindar argumentos válidos para instituir una autoridad financiera mundial que regule la economía (otra vez, con criterios cruciales, especialmente la necesidad de fundamentar la política sobre la base del valor absoluto de todos los seres humanos), esto de ninguna manera exige el establecimiento de un “Autoridad” planetaria que gobernaría a todos. Tal gobierno correría el riesgo de inflar el ultranacionalismo a escala planetaria. Y en esta escala no habría lugar para promover alternativas humanitarias si la Autoridad se desempeñara mal, lo cual no es improbable, si consideramos la naturaleza humana y la historia de la humanidad. Los autores de la Nota son conscientes de los peligros, pero los minimalizan. Los puntos que resaltan, basándose en el Génesis, el primer libro de las Sagradas Escrituras, parecen haber sido tomados sin una sensata reflexión sobre el último libro de las Sagradas Escrituras.
Versión original en inglés en http://www.lifesitenews.com/news/michael-obrien-comments-on-vatican-call-for-world-financial-authority
Traducción por José Arturo Quarracino

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