viernes, 17 de junio de 2011

La corrupción estructural argentina.


Corrupción para todos

• Sección: Opinión / Actualidad
La siguiente nota nos dice que no debemos caer en el reduccionismo de utilizar a un parricida o a un determinado elemento puntual como “chivo expiatorio”, sino que la escandalosa corruptela imperante abarca a muchos sectores y actores de la política oficialista.
Por Javier Calvo.
Fuente: Perfil.
Al revés de lo que muchos piensan, una vez más el árbol alumbró al bosque. Es posible construir incontables lecturas psicológicas, sociológicas, simbólicas y hasta culturales en torno al enfermizo enriquecimiento de Sergio Schoklender y la injustificable ceguera de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, o mejor dicho de su líder, Hebe de Bonafini.
Pero, en el fondo, el escándalo vuelve a desnudar una matriz impiadosamente brutal: el perverso uso de los dineros públicos al que recurre el kirchnerismo para hacer política. Ese es el bosque.
No hay nada nuevo bajo el sol. Esto ha sucedido y sucede en otras partes del mundo y tampoco fue o es privativo de los Kirchner en la Argentina, sino basta con mencionar al menemismo.
Lo que no deja de impactar es el grado de generalización del sistema que se ha impuesto en los últimos años. Esto, claro es, va de la mano del activísimo rol del Estado en la actividad económica y del manejo arbitrario y descontrolado de desmesurados flujos de fondos.
Se ha escrito e investigado en PERFIL hasta el hartazgo, sobre todo cuando otros medios ahora salvajemente opositores miraban para otro lado porque ellos también participaban del mecanismo: los Kirchner siempre recurrieron a la caja para cooptar posibles aliados y domesticar eventuales enemigos.
En menor o mayor medida, casi todos los sectores fueron abrazados o se dejaron abrazar por esta red: políticos, sindicalistas, empresarios, medios de comunicación, periodistas, intelectuales, artistas, entidades sociales, de derechos humanos y sigue la lista.
Habrá que ser justos. Hay en el listado inescrupulosos que vieron el filón y también crédulos (por llamarlos de una manera benevolente) que se sienten reivindicados por la pátina épica que el kirchnerismo logró construir en torno a su relato.
Seguramente hay acciones de la gestión K que serán rescatadas por la historia. Los procesos políticos, la vida misma, se trata de matices. No todo es blanco o todo es negro. Pero los Kirchner consiguieron un desarrollo de falta de transparencia que mancha todos los colores. Y casi todas las iniciativas donde puede llegar a implicar la circulación de algún billete.
Resulta difícil imaginar que semejante maquinaria de negocios está fuera del conocimiento de los máximos responsables del “modelo”. Se participa o se tolera el armado siniestro. No hay señales contundentes de que se lo combata. Y mucho menos de que se trate sólo de un par de árboles putrefactos: es un bosque sistémico.
En todas las geografías, y aquí especialmente, la sociedad suele ser muy indulgente con la corrupción. No es privativa de Bonafini, sino de una amplia mayoría. Y esa negación o simulación tolerante respecto al “roban pero hacen” se multiplica especialmente si reina la percepción social de que soplan ciertos vientos económicos favorables. Otra vez el antecedente Menem: en el 95 fue reelecto con comodidad con el 50% de los votos. Por estos tiempos, las encuestas le otorgan a Cristina una intención de voto que le permitiría ser reelegida en primera vuelta.

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